TRÒ DE BAC

HISTORIA

Del Trò de Bac se conoce poco, al menos de la forma que tuvo de llegar a utilizarse en la mayoría de fiestas y, sobre todo, en las dianas y despertás.

Lo que se conoce mejor son sus orígenes, y para hablar de ellos, es imprescindible hablar de la pólvora traquera y de la pólvora cantera, que son la madre de la pólvora valenciana. 

El "maestro cantero" poseía el saber del trabajo de la piedra para la construcción de edificios como catedrales, fortalezas, puentes, murallas... Y conociendo bien su materia prima, seleccionaban, antes de arrancar de la cantera, el trozo o tipo de piedra que iría mejor para cada cosa. Sólo ellos sabían el mejor modo de arrancarla, partirla y luego tratarla y trabajarla.

Teniendo en cuenta que las piedras compactas de roca, en muchísimas ocasiones tienen grietas naturales perfectamente visibles, pero en otras no son visibles para el neófito, parte del arte del cantero era conocer geológicamente su composición, formación y, como no, sus puntos débiles. Teniendo estos conocimientos, él mismo se hacía el preparativo de la carga explosiva, teniendo en cuenta la distancia desde la parte exterior de la roca, hasta llegar a su punto débil, el punto concreto donde se le daría el "golpe de gracia".

Para todo esto, el maestro tenía en su casa un pequeño laboratorio el cual, aún siendo muy rudimentario, era lo justo y necesario para hacer la pólvora con mayor o menor poder explosivo. Por regla general, tenía un mortero de piedra de grandes dimensiones (entre 40 y 60cm), y con una boca entre 35-50cm, también disponía de una maza de madera, por lo general, de carrasca. Con el mortero y la maza elaboraba sus preparados, combinando adecuadamente el nitrato con el carbón y el azufre.

Obviamente, tenía que hacer las pruebas hasta llegar a la mezcla perfecta para cada determinado trabajo. Para ello había dos maneras:

La primera y más segura era por medio de una mecha, y la segunda y menos segura, por medio de un golpe.

En el primer caso, tenían una especie de "tubos de ensayo" (morteretes), los cuales simulaban en su diámetro interior, el orificio a excavar en la roca. Se ponían clavados en el suelo y se les metía fuego por un lateral, el cual hacía estallar la carga interior que contenía. Esta prueba se realizaba tantas veces como fuese necesario hasta lograr la composición deseada.

En el segundo caso, a la mezcla obtenida del mortero ("la pólvora"), se le añadían pedazos pequeños de piedra de silesc, se envolvía con hojas de maíz, tela o papel, dándole forma y atando un pequeño paquete, lo suficientemente compacto como para lograr que estas piedrecitas estuvieran lo más cerca posible unas de otras. A continuación, se situaba este paquete sobre un trozo de piedra más o menos grande y plano, y sobre él, se le golpeaba con un mazo o barra para poder ver que la mezcla reunía las características previas y que su ignición era la óptima y deseada.

Las mezclas sobrantes de las pruebas, de poca potencia, el maestro cantero las guardaba envueltas en papel, hojas de maíz o tela y cuerda fina o hilo, para que los más pequeños de la familia disfrutasen de los truenos que, lanzados contra el suelo, producían sonido y fogonazo, y así que se fuesen familiarizando con los sonidos que tendrían que escuchar y distinguir cuando, al hacerse mayores, siguieran con el trabajo familiar de "maestros canteros".

Estos conocimientos se guardaban como secreto, heredados de sus mayores, de sus antepasados y se transmitían de padres a hijos. Se consideraba un regalo de Dios, pues se les había dotado con el poder del trueno.

Texto de Don Juan García Estellés

 

 

 

 

 

 

Aparición del “Tro-de-bac” 

En los primeros años en que las fallas empezaron a ser noticia para los periódicos de la época, donde los primeros comentarios sobre los excesos que provocaban el mal uso de los productos pirotécnicos, comentan y dejan constancia, que el blanco serían los chiquillos,  pues desde un principio se convirtieron en los protagonistas y propagadores de la fiesta.

 Así pues, en 1869, la prensa publica el artículo siguiente: “la libertad reinante hizo que la chiquillería tomara al asalto, con sus cohetes y petardos, las calles de la ciudad".

En el año 1873, se publican críticas sobre la proliferación de cohetes y petardos utilizados por parte de los chiquillos y jóvenes, describiéndolo de este modo: “pasada la lluvia, la gente se echó a la calle y las pandillas de jovenzuelos empezaron sus batallas con petardos y cohetes”. Muchas veces la gente huía espantada, y más de cuatro aprovechaban la ocasión para refugiarse en una parada de Buñuelos hasta que pasara el susto.

En otras ocasiones, como ocurrió en el 1874, la prensa más conservadora asociaba el uso indiscriminado de tracas, cohetes y petardos en la incultura de las gentes, por considerarlo “desahogo censurable en una ciudad culta y más en días de poca tranquilidad” en estos años. Los valencianos no estaban aún familiarizados al uso continuado de la pirotecnia. Ese mismo año se disparó una traca junto a la iglesia de los santos  Juanes, delante del edificio de la lonja y según los testimonios de la prensa de esta época: “la gente salió disparada en todas direcciones “.

Durante el último tercio del siglo XIX, els cadafals, (monumentos) se quemaban en la noche del día 18 de Marzo y, por eso, esta celebración era conocida como “les falles de la vespra de Sant Josep”. La fiesta estaba enraizada en la ciudad, cuando en 1892 la quema de estas fallas se pasaron  al  día 19 de Marzo por primera vez y las fallas estuvieron dos días plantadas. Según los diarios de esta época, se plantaron 19 monumentos y, a la hora de quemarlos, hubo un exceso de cohetes. 

También la prensa publica en el 1898 y por primera vez un programa de fiestas de una comisión, de la plaza de la reina que, para los días 18 y 19 de Marzo anuncia “diana per dolçaines i música per la acreditada banda La Lira, disparant-se una traca”. En 1899 se volvieron a escribir las protestas en los periódicos, porque  durante la crema de la falla de la calle En Boix “se soltaron  cohetes y petardos a manos llenas con los correspondientes sustos”.

Un hecho muy importante dentro de la cultura popular valenciana que tuvo lugar en los años 1902 y 1903, en los que por primera vez aparecieron “unas cajitas con pequeños explosivos llamados petardos o TRONS de BAC que fueron, lo son y serán la delicia de la gente joven y de la chiquillería, pues fue desde entonces el petardo por excelencia de las DIANAS (despertaes) que forman parte de la FIESTA de Las FALLAS como material pirotécnico utilizado, mucho más seguro en momentos de regocijo por toda la gente que forman el mundo fallero. 

No obstante, en diferentes pueblos y, en concreto en el área del horta valenciana, pero también en Alicante con sus hogueras y en las distintas fiestas para la celebración de los Santos Patronos de los pueblos, fueron utilizados mucho antes que en Valencia ciudad junto con trons de mecha, trons de parelleta, voladores y cohetes borrachos.

 

Texto de Juan García Estellés

(Historia de las fallas, Periódico Levante)

El fuego en las fiestas valencianas, posible origen de la despertá.

Según Orellana, el establecimiento de la celebración de una procesión anual en honor del día de San Vicent Ferrer, se produce el sábado 6 de Abril de 1.472. 

El bando solicitaba a los vecinos que acudiesen al toque de misa a la Seo para acompañar a la procesión, con cirios en las manos y lo más devotamente que pudiesen, rogando especialmente a los vecinos de las calles por los que iba a discurrir la misma, que las adornasen lo mejor que pudieran para celebrar la fiesta de tan glorioso Sant.

La procesión, que un principio se celebraba por la mañana, pasó pronto a celebrarse por la tarde, quizás buscando el apoyo escénico de las sombras del atardecer, en las que las velas y luminarias colocadas en los balcones, parpadeasen a su paso, intentando alcanzar esa atmósfera especial que se produce con el olor de las velas, los cánticos y el movimiento acompasado de multitud de pequeñas luces.

Con el tiempo, la celebración de la procesión anual, pasó a ser una fiesta popular y se empezaron a manifestar los festejos tradicionales que acompañaban cualquier acto lúdico: música, gastronomía y, sobre todo, el fuego.

En la celebración de estas fiestas, en honor a su patrón, el carácter festivo del pueblo valenciano, se expresa a través del fuego, elemento presente en la cultura y tradición de los pueblo mediterráneos. El fuego era un instrumento al servicio del festejo colectivo, girando la celebración de la fiesta en torno al mismo, con el encendido de antorchas, disparos de cohetes y tracas, hasta llegar a la apoteosis final con el encendido de esa antorcha gigante que representaba la "invenció" y que anunciaba el preludio de la fiesta.

En 1.590, pasada ya una veintena de años desde que la Ciudad hubiese comprado la casa natalicia, en la víspera del Santo, la persona a la cual el Administrador de la fiesta había encargado para ese año la organización del festejo pirotécnico, llevaba a la casa del Santo, el material (piules, carabaçes y femelles), habiendo dejado previamente parte del mismo, en casa de algunos de los personajes que, en representación de la ciudad, participaban en el festejo. Entendemos con ello, que dichas personas, eran recogidas en su casa, y a modo de pasacalle, se encaminaban hacia la casa natalicia, arrojando por el camino diversos petardos de los que se les habían dejado previamente.

Esta especie de pasacalle, suponemos que se realizaba el día de la víspera de la fiesta, pues el día de la procesión, es probable que acudiesen directamente a la Seo. Lo que sí podemos confirmar es que en ambos días: "mecha ques crema en desparar la vespra y lo dia de Sent Vicent" (Jiménez Soler, Andrés. La edad Media en la Corona de Aragón), se tiraban petardos, "piules y tronaors"; se encendían cohetes, "coets botadors e boladors"; fuegos de artificio, "carabaçes de artificis"; se disparaban salvas, "tronaors grossos ab pergamins y tapons de boix"; y se encendían los botafuegos colocados sobre el catafalco en que que estaba dispuesto el altar o invención.

El remate de la fiesta culminaba con el encendido de este bulto o invención que se había colocado sobre el catafalco, al que previamente habían cebado con pólvora: "huyt lliures de polvora per a sevar les ensenses y la invenciò", y otros artificios que se colocaban entre las figuras de la invención: "cuatre canyes foradades per a posar les carabaçes en la invenciò", quizás para iluminarlo y posiblemente para prenderlo: "fulla de apsa per a lligar los tronadors en la invenciò".

Este uso de los fuegos en la fiesta de Sant Vicent, ya estaban enraizados en 1755, como se dice en el bando que el corregidor de Valencia publica para la celebración de las fiestas del tercer centenario prohibiendo: "se disparen cohetes en calles, plazas, ni tejados, ni arma alguna de fuego, conque suelen algunos celebrarlas, incomodando y asustando a las gentes con los truenos e invenciones que fasan, pues las que se disponen en castillos y máquinas de pólvora estará muy divertido el pueblo sin susto ni contingencia alguna" (Serrano, Thomas, 1.762; pag.86).

La iluminación y el empleo del color junto con el disparo de la pólvora, también los describe Serrano en el castillo que se dispara en la plaza de Santo Domingo, la noche de la víspera, cuando habla de una de las invenciones que se levantaron para esa celebración: "dos árboles de fuego compuestos a la italiana, una fuente de fuego azul".

 

Texto de Don Juan García Estellés

 

 

 

 

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